Erase una vez, un pequeño niño, diminuto, minusculo,
que vivia muy feliz en una pequeña burbuja, diminuta,
donde la paz y la armonía se encontraban en equilibrio,
donde sus idolos, sus dioses lo protegian de todo y todos.
El sabía y sabe que la felicidad solo es un sueño
y por lo tanto en cualquier momento desaparece,
así como la gota al caer al piso o el rayo de sol en un guiño,
mas no por ello estaba preparado para el golpe lastimero,
el remate mortal que la vida tiene para todos.
Un día, como cualquier otro su burbuja fue rota,
violada su tranquilidad sin compasión alguna
pues sus uno de sus dioses fue arrancado de la vida,
dejando al niño solo y triste, desamparado,
tan fragil como la hoja seca debajo del zapato.
El niño murio, y su alma en mal estado quedo,
como si un tornado con mil latigos la hubiera desquebrajado
dejando solo al hombre que odio y rencor a la vida guardaba,
a la vida que le quito a su protector y guía
y con lagrimas secas por las noches su regreso suplica.
Años han pasado y la herida aun esta tibia
pero de su odio y sus amigos gran fortaleza obtuvo
para afrontar los hechos que vendrán en el futuro
pues a la muerte de nuestros cercanos enfrentaremos mañana,
el mañana que cualquier instante se vuelve un ahora.
La memoria de este hombre no olvidará mas
el amor puede que algun día lo haga a la vida perdonar
ya que en las sombras mucho tiempo ha vivido,
y sus carnes la luz de la amistad y el perdón
necesita para recuperar la paz que su corazón alguna vez albergo.
que vivia muy feliz en una pequeña burbuja, diminuta,
donde la paz y la armonía se encontraban en equilibrio,
donde sus idolos, sus dioses lo protegian de todo y todos.
El sabía y sabe que la felicidad solo es un sueño
y por lo tanto en cualquier momento desaparece,
así como la gota al caer al piso o el rayo de sol en un guiño,
mas no por ello estaba preparado para el golpe lastimero,
el remate mortal que la vida tiene para todos.
Un día, como cualquier otro su burbuja fue rota,
violada su tranquilidad sin compasión alguna
pues sus uno de sus dioses fue arrancado de la vida,
dejando al niño solo y triste, desamparado,
tan fragil como la hoja seca debajo del zapato.
El niño murio, y su alma en mal estado quedo,
como si un tornado con mil latigos la hubiera desquebrajado
dejando solo al hombre que odio y rencor a la vida guardaba,
a la vida que le quito a su protector y guía
y con lagrimas secas por las noches su regreso suplica.
Años han pasado y la herida aun esta tibia
pero de su odio y sus amigos gran fortaleza obtuvo
para afrontar los hechos que vendrán en el futuro
pues a la muerte de nuestros cercanos enfrentaremos mañana,
el mañana que cualquier instante se vuelve un ahora.
La memoria de este hombre no olvidará mas
el amor puede que algun día lo haga a la vida perdonar
ya que en las sombras mucho tiempo ha vivido,
y sus carnes la luz de la amistad y el perdón
necesita para recuperar la paz que su corazón alguna vez albergo.
La herida abierta esta pero este año mi recuperación espero lograr para así vivir como un completo y sano ser humano.
Alberto
Alberto





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