En los últimos años el público de anime se ha vuelto un poco quisquilloso con sus expectativas respecto a adaptaciones a series o películas con acción en vivo, actores reales para los no entendidos. Y es que han habido desatinos de los estudios siempre que se quiere adaptar un libro o una caricatura pero cuando se hace de una serie nipona a la vision cosmológica de occidente tenemos generalmente como resultado un adefesio. Aunque para mí gusto Netflix ha sabido equilibrar la balanza cuando toca traer esos mangas o animes.
Avatar al ser una serie algo extensa en su primera temporada, hablo del anime, es obvio pensar que no podrá ser llevada tal cual en 8 episodios. Así mismo, al ser una serie para TV (tablet, celular, computadora, etc.) el presupuesto es limitado. Esto es muy apreciable en el vestuario y en algunos escenarios así como efectos visuales. Pero si dejamos de lado estos elementos y nos enfocamos en que la narrativa intenta ser tan viva y fresca como la fuente y que los actores no provienen de universos paralelos. La serie se siente casi como anime. Aang y su continua inocencia mezclada con su alegría es desesperante, Zuko se aprecia más obsesivo y frustrado aunque Sokka lo siento un poco fuera de lugar. El doblaje le ayuda mucho a proyectar pero su lenguaje corporal es malo. Katara aunque se mantiene como un personaje no tan relevante en esta parte de la historia es expresiva y tiene facciones muy ad hoc a alguna población esquimal.
En conclusión, esta nueva encarnación del Avatar viene a ser una oportunidad para que las nuevas generaciones le tomen gusto a la historia y después vean la serie animada. Notarán las diferencias que mencioné sin embargo el comprender que aunque la intención es que sea lo mismo no lo es y no lo será. Es solo una forma de ver a estos personajes interpretados por personas reales en escenarios casi reales y que expresan emociones reales. La recomiendo a fans y gente que no ha visto nada de la animación de Nickelodeon.