Ganadora del Oscar a mejor película animada reafirma el hecho que Japón es una industria en animación tradicional y que el Estudio Ghibli es el Disney nipón.
La trama parte del drama de un niño que pierde a su madre en el Japón de la segunda guerra mundial. No estamos presenciando la segunda parte de la tumba de las luciérnagas pero es un tema común. Mahito, el protagonista proviene de una clase acomodada y por tanto su pesar corresponde a la ausencia de su madre. El padre, como en la mayoría de los casos de esa época y en Japón estaba ausente por cuestión laboral. Mahito entonces sufre esa perdida y sufre 4 años después que su padre tome como esposa a su tía. Supongo que no había mucho de dónde elegir. Ahora el joven Mahito extraña a su propia madre y se siente enfadado con su padre por elegir a su tía como la sustituta de su madre. Hasta esta parte el guión es normal. Sin embargo cuando se muda a la casa de campo, ve la torre del tio e interactúa con la garza, todo se vuelve surreal. Ya no sabemos si es una ensoñación del niño o una maldición de su linaje. Mucho menos es comprensible las experiencias que tuvo en ese mundo interior. Es como un espectáculo de maravillas que al final no tuvieron repercusión en la vida de Mahito. La tía será su nueva madre, la herencia del tío que era la roca mágica se pierde y su madre se va por otra puerta a otra realidad que no tiene relación con la de Mahito. Y la historia concluye con la aceptación de las cosas, su tía es su madre, tiene un medio hermano y todos ellos son una familia feliz.
La banda sonora como en todas las producciones del estudio Gibli es excelente. Te hace sentir desde la más triste escena hasta los rayos de sol de alegría. La animación se mantiene en el estándar fijado.
En conclusión, El niño y la garza es una película menos atractiva que Totoro o el Castillo Vagabundo aunque mantiene los estándares de calidad que el mismo estudio planto. Es una cinta ideal para un fin de semana o una tarde de películas sin pretensiones muy altas.






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